¿Por qué voy todos los días a la piscina? ¿Por qué nado? ¿Por qué invierto tanto tiempo en el agua?

Cuando era nadador, siempre me hacía estas preguntas. La verdad es que era un nadador que no buscaba grandes resultados. Nunca fui excesivamente competitivo y tampoco me empeñé demasiado en alcanzar grandes metas. Tuve mis momentos de épica, a base de mucho esfuerzo, pero tampoco insistí demasiado en, por ejemplo, alcanzar una mínima para el Campeonato de España. Aunque mis capacidades, mis cifras y mi rendimiento si lo permitían, quizá, mis objetivos eran otros.

Formaba parte de un gran club. Un club en el que los niños entraban con 6-7 años a aprender a nadar y se quedaban hasta la etapa máster. Un club con secciones de trabajo abiertas en cada una de las categorías, en natación escolar y en natación federada, incluyendo grupos de nivelación, de mantenimiento y de alto rendimiento. La jerarquización, a nivel técnico y humano era muy fuerte. El que no alcanza determinados objetivos era enviado a un grupo de menor exigencia y el que destacaba, por alguna cuestión, era puesto como ejemplo. Esto suponía que nuestra relación como nadadores, como grupo, se basa en la mayor parte de los casos en el recelo y la competitividad extremas. Casi casi pasábamos unos por encima de otros, si hacía falta.

Recuerdo con mucho cariño aquellos años, porque la enormidad del club permitía hacer bastantes viajes y salidas a otros sitios…y para mi esos momentos, que nada tenían que ver con el agua, eran los que sostenían el porqué ir todos los días a la piscina, el porqué nadar en sesiones de hasta 4 o 5 horas o porqué invertir tanta energía en entrenar. Para mi lo importante era todo lo que pasaba fuera del agua. Pero nadar, lo que se dice nadar, no era lo más importante.

He pensado mucho en esta etapa, en todas las cosas buenas y en todas las cosas malas. En todo lo que me ha hecho ser el tipo de persona que soy, que tiene que ver con esos momentos, y con otras muchas experiencias de mi vida. Y he intentando que todas ellas se pongan al servicio de los deportistas que hoy están a mi cargo.

Pienso, y me parece que es bueno que se ponga por escrito, que las personas que estamos al cargo de niños y jóvenes, tomemos conciencia de la responsabilidad tan enorme que tenemos para con su educación. Y especialmente las personas que, como nosotros, trabajamos en los momentos de gran intensidad emocional, en los que los niveles de atención son muy altos y todo lo que ocurre pasará a formar parte de su mochila de aprendizaje. Dudo mucho que alguien recuerde una clase de matemáticas de 4 de la ESO con 30 años, pero seguro que se acuerda de lo que le dijo su entrenador antes de lanzarse al agua en su primera competición.

Por eso creo que tenemos una grandísima responsabilidad.

El CNW Sestao no es un club enorme. No es ese club capaz de tener abiertas todas sus secciones y cuyo proyecto de trabajo a nivel técnico está dirigido a formar y fomentar los talentos deportivos. Nosotros somos un club pequeño, de barrio de identidad obrera, y con conciencia de clase. Tenemos deportistas con gran talento y con muchas posibilidades que, con esfuerzo, pueden alcanzar metas interesantes, y trabajamos en esa dirección. Pero como club, somos otra cosa. Somos un grupo de gente entusiasmada con el agua, con la natación y con el waterpolo, que baja cada día a entrenar para disfrutar de ese momento con la gente a la que queremos.  Nuestra preocupación está en que nuestros nadadores y nuestros waterpolistas no sólo se respeten entre si, que sean compañeros…queremos que se conviertan en grandes amigos. Y nosotros, sus entrenadores, sus guias, en referentes de comportamiento.

Y por eso, más que un club, somos un bote salvavidas. Porque estamos aquí para pasarlo bien juntos, para entrenar juntos, para comprometernos juntos, para sufrir juntos, para llorar juntos. Estamos aquí para nadar, para jugar, pero sobretodo para ayudarnos, para salvarnos si es necesario. Llegaremos más o menos lejos. Ganaremos más o menos cosas. Seremos mejores o peores en las tablas. Pero hay una cosa que nosotros tenemos, que hacemos, que está por encima de cualquiera de esas cosas.

A mi me gusta más formar parte de algo así. Me gusta saber que mi equipo, además de hacer grandes cosas a nivel deportivo, es mucho más que ir y ganar, porque fomenta las personas y no sólo sus éxitos.

Y lo más importante es que este proyecto, que nos emociona, nos ilusiona y en el que creemos todos tanto, está abierto a todo aquel o aquella que quiera venir y sumarse, sin excepción. No prejuzgamos. No filtramos. No hacemos pruebas de acceso. Nosotros trabajamos por conseguir que todo el mundo pueda mejorar, aprender, superarse. Y no queremos los mejores deportistas, queremos las mejores personas.

 

Eduardo Hurtado

(Coordinador técnico)

 

Reflexiones a pie de piscina IV